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sábado, 23 de junio de 2012

Si las instituciones, según nosotros, no son confiables...¿los ciudadanos sí lo son al 100%?

En este tiempo de elecciones me había hecho a la idea y quizás un poco la promesa de no comentar nada ni a favor ni en contra, de no mostrar colores o sacar nombres, más que nada por el recuerdo del 2006 donde la población estuvo literalmente polarizada; dentro de las mismas familias había pleitos que por que si Calderón, que no que el Peje, que quien sabe qué, que si es un peligro, que si otro es de materia fecal, que si el otro va a ser un dictador ojete, enfrentamientos en la calle...y de esto, ningún grupo se salva.

Cual si fueran fans de un equipo de fútbol, en 2006 creo que se exacerbó más la postura fanática en todos los frentes. Ningún partido estuvo exento de fanáticos aguerridos para los cuales el ganar o perder, tal como en el fútbol, lo era todo. Para ellos no se trataba solo de llevar al país por cierto rumbo, era defender sus intereses hasta las últimas consecuencias, y pasar sobre el que pensara diferente. ¿Es normal, acaso, que se digan cosas horribles los miembros de una familia tan solo porque unos piensan de un color y otros de otro? Y es que ese es parte del meollo del asunto en México: las elecciones, el "irle" a un partido político, se toma como si fuera irle a un equipo de fútbol, como si se jugara una copa donde debemos partirle la madre al adversario, o lo que es lo mismo, al que no piense igual que nosotros.

No voy a hablar de colores ni nombres, pero todos, todos los simpatizantes de todos los partidos tienen argumentos que para ellos son válidos 100%, y que para los del partido con ideología contraria, son pendejadas, y viceversa. Para los simpatizantes de uno, las pruebas que ese uno presenta son verdaderas; para los oponentes, son maquinaciones y falsedades fabricadas con las herramientas de simulación de realidad que actualmente se tienen a la mano. 

Entonces, ¿quién tiene la razón? Todos levantan la mano y dicen "YO". No hay manera de convencer al oponente, pero todos quieren o convencer al otro, o gritar más fuerte que él. Igual que en el fútbol, la porra que más grita, la que echa más desmadre y la que da más madrazos es la más chingona. Hacer caca al oponente, que ya no es visto como persona sino como un estorbo o como alguien que no debería existir.

No hay matices. Solo hay blanco y negro, no hay escala de grises o algo más allá del espectro. Es el pueblo contra el pueblo, como siempre, como en la Revolución, por ejemplo, con las diversas facciones dentro de la rebatinga de poder.

No confiamos en las instituciones, y tenemos razones. Pero, ¿es posible confiar en el ciudadano común y corriente?

En estas elecciones, y en las anteriores, no se ve a los candidatos como simples administradores de una voluntad colectiva, como lo que deberían de ser. Se les ve como estandarte, o como una figura a la cual hay qué idolatrar y defender del otro. No, no solo del otro, sino de los otros que idolatran al otro. Vuelvo a lo mismo: el pueblo contra el pueblo. ¿Quienes se enfrentan a consignas, con pancartas y a veces hasta a madrazos? No son las figuras del poder, pues ellos saben muy bien su papel, el que deben de conservar y la imagen que han de dar. Se enfrentan, precisamente, los ciudadanos. Ciudadano contra ciudadano. Muchas veces los "grupos de choque" ni siquiera son controlados por el candidato o candidata o lo que sea, sino son movimientos auto-organizados dispuestos a hacer realidad lo que esperan lograr tras la elección. Clubs de fans, literalmente, los cuales están presentes en todos los sabores, colores e ideologías, con métodos propios para "chingarse" a los contrarios. Porras, hinchas, que sienten que su candidato, una vez tomando el poder, va a solucionar todo mágicamente sin que ellos muevan un dedo, pero que si gana el otro, su modo de vida realmente peligra, y es por eso que a huevo tiene qué ganar quien elos dicen. Todos los grupos de simpatizantes creen que son mayoría. ¿Cual realmente lo es? Y de nuevo, si esta pregunta se lanza al aire, todos van a responder "los de mi partido", sea el que sea.

Recuerdo en la escuela cuando uno era "cuate" si le pasaba la tarea o el examen al pendejín que no había estudiado, y era "ojete" si le recordaba a ese pendejín su responsabilidad de estudiar y no ser un huevón y que por ningún motivo le iba a pasar ni el examen ni la tarea. Y cómo en cierta elección era "cuate" el observador electoral (ciudadano común y corriente) que se hacía de la vista gorda cuando los funcionarios de casilla (ciudadanos comunes y corrientes) habían hecho mal el conteo para favorecer a cierto partido.

Y "ojete", reaccionario, ardido y merecedor de una madriza a la salida, como en la escuela, el observador electoral (otro ciudadano) que señalaba un mal conteo y exigía un recuento a los funcionarios de casilla (de nuevo, ciudadanos) que querían que en esa casilla precisamente ganara su candidato a pesar de que los votos favorecían al del partido contrario aunque por un margen mínimo (menos de 10 votos). Y como estos, ¿cuantos casos idénticos o similares les gustan a lo largo de todo el país? ¿100? ¿300? y sin necesidad de que hubiese afuera de la casilla un grupo de choque de algún partido o candidato, sino todo...desde adentro de la casilla. El peor enemigo de un ciudadano: otro ciudadano. No en todos los casos, pero siento yo que no son casos raros o aislados, que no son tan pequeños como para no afectar en nada los resultados. Que no son la mayoría, pero sí afectan.

Yo emito mi voto, pero no sé qué destino tendrá una vez que se encierren a contar los votos. Se supone que se eligen a ciudadanos para los conteos para que todo sea más limpio e "imparcial", pero, ¿los ciudadanos comunes y corrientes somos realmente imparciales? ¿No son acaso nuestros propios intereses los que forman parte de la ecuación y nos pueden llevar a hacer lo que criticamos de los que no piensan como nosotros? "Ellos hacen su desmadre por culeros, pero nosotros lo hacemos por que tenemos razón y queremos exigir" "ellos se roban las urnas por malditos, pero nosotros porque amamos a nuestro país", y "Ellos", los otros, dicen lo mismo. ¿Estamos exentos los ciudadanos de hacer un fraude nosotros mismos, sea para el partido que sea, con tal de imponer nuestra razón y que no peligre nuestro estilo de vida o nuestro supuestamente brillante futuro?

¿Son las elecciones realmente un ejercicio de civismo donde entendemos que hay diferentes posturas y las respetamos, sean las que sean? ¿Somos respetuosos? Las elecciones son más importantes que el fútbol, y por lo tanto deberían estar exentas del elemento "show" que la misma gente les da, es decir, la gente (no todos, pero sí un importantísimo porcentaje, de todos los partidos políticos y todas las ideologías) quiere barullo, argüende, desmadre y desmadrar; las campañas solo dan "al cliente lo que pide" en diferentes sabores.Si la gente pidiera propuestas sesudas, reflexiones, resultados y trayectorias comprobables, y debates propositivos...los mismos partidos lo darían.

Realmente decidimos nuestro futuro. Yo creo que los partidos hasta cierto punto no necesitan ordenar hacer "chanchullo" a sus simpatizantes, porque los mismos simpatizantes, solitos lo hacen, y hasta gratis muchas veces. El verdadero problema es que el fraude puede gestarse en los mismos ciudadanos "comunes y corrientes". Realmente, todo pueblo tiene el gobierno que se merece, y ninguna facción política está exenta de esto.


Que la Gorda los acompañe...

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