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sábado, 18 de julio de 2009

No soy escritor, pero...

¿Creerían que los sueños inspiran historias? ¿O tanta ciencia ficción me está haciendo daño?

Les quiero contar un sueño que tuve que me inspiró para una historia corta. Y así mismo, lo que cuento aquí no es tanto el sueño sino ya con las lagunas que yo he rellenado para que se viera más coherente.

Aparecí de repente acostado sobre una especie de cama de hospital. Junto conmigo, en camas adyacentes, otras 5 personas. Todos habíamos desaparecido de nuestros lugares de origen en un momento, sin saber por qué, ni recordar cómo. El ambiente parecía sacado de una nave de Star Trek, se veía futurista, pero no adelantado siglos con respecto a mi propia realidad.

Un científico, o lo que parecía uno, se acercó a nosotros. Calvo, vestido de azul y bata blanca. Nos pusimos de pie con cierto miedo, sin duda. ¿Quién no temería al aparecer de repente en un lugar así, sin saber cómo llegó?

Nos llevó a una sala, muebles cómodos, una televisión de pantalla plana, una mesa de cristal. Yo, tres personas que no recuerdo bien, una niña y una mujer de edad media estábamos allí. La fecha era correcta, según un periódico que ví ahí. El lugar también, la Ciudad de México. La realidad no, según el científico.

Nos explicó que existen muchas realidades alternas. Unas casi idénticas entre sí. Otras tan solo parecidas. Otras diametralmente opuestas. Y nosotros, inexplicablemente, habíamos viajado a una realidad alterna. Yo, las tres personas que no recuerdo, y la niña, éramos de "mi" realidad. Y la mujer de edad media, de una realidad donde el descubrimiento de América por parte de los europeos jamás había ocurrido, puesto que en su realidad casi todas las civilizaciones tenían casi el mismo desarrollo tecnológico, y se conocieron siglos más tarde cuando desarrollaron casi las mismas tecnologías de navegación.

El científico nos dio la libertad de investigar cuanto quisiéramos de la realidad donde estábamos. Existían casi todos los países tal y como los conocemos. Sin embargo había ciertas variantes. La humanidad era una civilización más bélica, militarizada, y esto se veía permeado incluso en los supuestos "civiles", que durante toda su vida alternaban su profesión con el arte de la guerra. Por las constantes contiendas, supongo, se veían obligados a desarrollar tecnologías de una manera más apresurada. Me dí cuenta de esto por todos los artefactos a mi alrededor, el periódico en formato auto actualizable en una especie de hoja de plástico que cambiaba y se actualizaba cada minuto, y en las noticias, anunciaban otra misión tripulada a Marte, con objetivos militares, por supuesto.

Mi celular estaba muerto, marcaba "sin servicio". La tecnología GSM tenía años de ser obsoleta. No eran raras las micro SD de 50 gigas en un celular, y era un estándar internacional, no tanto para facilitar el intercambio tecnológico, sino para facilitar tareas de espionaje, de robo de datos y de ataque.

Me sentía mal, privado de mi realidad, de lo que conocía, de mi familia, amigos, posesiones salvo lo que llevaba, puesto que me había transportado a esa otra realidad con mi mochila, mi iPod y mi celular. Ah, y algo de dinero, el cual en esa otra realidad no tenía valor. Hasta los héroes en los billetes eran otros.

El científico vio mi preocupación y me dijo que no podía regresar a ninguno de nosotros a nuestras respectivas realidades. Pero que yo tenía suerte...tenía un alter ego en esa realidad. Me ofreció una nueva vida como mi otro yo...

Mi otro yo era idéntico a mí. Con una personalidad sumamente parecida. Con el mismo nombre. Los mismos padres. Casi los mismos amigos a quienes, sin embargo, había dejado de ver hacía años. Pertenecía a una unidad de combate terrestre...era sargento...y murió en un tiroteo contra el convoy que lo transportaba. Nunca encontraron su cuerpo. El pretexto perfecto para hacerlo "resucitar" en mí.

Lo dudé...creo que no soy capaz de matar ni a una mosca, menos pertenecer a algo que tenga qué ver con la milicia. Pero al final acepté. Y el científico hizo público que me había "encontrado" caminando sin rumbo y con cierto grado de amnesia. Me reintegraron a mi unidad, y mis subordinados me recibieron con gran alegría. El recién nombrado sargento dimitió inmediatamente puesto según él no se sentía digno de mi puesto.

Nadie dudaba que yo fuera "yo", o mi otro yo. Y con tanta suerte que llegué en un periodo de tregua entre las dos facciones combatientes.No tenía qué combatir por el momento. Me fui de licencia a ver a mi "familia", la cual si bien los mismos miembros, tenía variantes: Aunque mis padres seguían separados, pero no era por divorcio, sino por la muerte de mi padre. Mi madre era más "normal", no había vivido en un internado, sino a mi abuela, cuando perdió a mi abuelo, de parte del gobierno le habían ayudado a obtener una casa y un trabajo para criar a sus hijos, quienes serían educados en un sistema escolarizado militarizado, como todo. La patria no quería perder soldados, y por ello fueron tan condescendientes.

Mi madre celebró mi regreso regalándome una netbook más poderosa que todo lo que he visto, y en la compra le habían regalado dos cámaras digitales: una fotográfica y otra de video, todo por 1000 pesos...tan comunes eran esas cosas...

Y terminando mi licencia, me fui...a reunirme con mi unidad. Tomé el metro, los túneles cubiertos en su cielorraso por grandes placas de metal verde esmeralda, los carros acorazados, todos los trenes con un carro armado. E inicié mi viaje.

Y me reuní con mi unidad vistiendo mi uniforme azul, con quepi, y mis galones de sargento impresos en el hombro. Mi unidad me volvió a recibir, y juntos fuimos a ver los ejercicios de vuelo de una de las unidades de combate aéreo.

Me sorprendió ver las naves, parecían capaces de viaje interestelar...sumamente modernas, con formas extrañas, super aerodinámicas, casi parecían con fuselaje de una sola pieza. Me dijeron que eran naves de corto alcance, ya que sólo alcanzaban la órbita terrestre...

Mi unidad me llevó a un antro. Y ahí fue que me dí cuenta que hasta la música era claramente diferente. Todo tenía terminación "metal", y ningún artista que yo conociera. Mi desorientación la tomaron como parte de mi amnesia temporal. Pero en fín...se pusieron a bailar. Parecían danzas tribales, de batalla. Lo bélico permeaba todos los aspectos de la sociedad. Era una humanidad guerrera...

Constantemente un miembro de mi unidad se me acercaba y me abrazaba. Era una "persona", y digo persona, pues no sabía si era hombre o mujer. Tenía voz de mujer, pero el cuerpo bastante deforme. Un tórax sumamente inflado. La cara llena de ámpulas. Un brazo más corto que el otro. Uno que otro vello negro y retorcido saliendo de la barbilla. Y lo que más miedo me daba era cuando me decía al oido que un día me invitaría a su casa, cuando fuese la última tregua.

Yo estaba fascinado con el trato de mi unidad hacia mí. Parecía que mi otro yo era muy parecido a mí, en vez de un sádico asesino bélico. Aun así, yo seguía temiendo que me mandaran al frente de batalla...temía el fin de la tregua...que llegó dos noches más tarde.

Nos ordenaron entrar en un vehículo acorazado. Íbamos rumbo a no sé donde...a pesar de que los lugares conservaban casi los mismos nombres, la geografía era distinta. Pasábamos por descampado. Temia que llegáramos al punto de despliegue. Mi unidad se veía sumamente tranquila, acostumbrada a este tipo de cosas. Pero yo no.

La noche avanzaba. No reconocía nada de los lugares por donde pasábamos. La lluvia comenzó a caer...una tormenta de miedo. Y un relámpago cayó frente al vehículo acorazado...abriendo un aro en medio de la nada. Un aro azul, crepitante...como cierta película...que parecía una ventana...

No lo dudé un instante. Ordené el alto total del vehículo. Y me abrí de capa, confesando a mi unidad quién era realmente...temiendo fueran a reaccionar violentamente. Les dije que era de una realidad alterna, que si veían ese aro, era porque ya podían creer que era algo cierto. Les platiqué de mi realidad, donde si bien hay guerras, guerrillas, violencia, también existe la otra cara de la moneda, el arte, la música...y para demostrárselos...conecté mi ipod al sistema de sonido del vehículo. Música desconocida para ellos. Les mostré mi celular. Les mostré fotos de una realidad que ellos ni imaginaban. Con trabajo, pero parecieron creerme...me bajé con mis cosas del vehículo. Y mirando atrás...los ví despidiéndome...aceptando que su sargento realmente estaba muerto, y yo no era él...

Salté por el aro...esperando que fuera el salto a casa...y temiendo que fuera a una realidad de miedo, a otra realidad alterna.

Me desperté en un camino de tierra. Cuando abandoné la realidad bélica, ese lugar estaba rodeado de maquinaria abandonada, casquillos de bala, misiles, tanques...

Al lugar al que llegué, resultó ser la calle de un pueblito, la cual daba a una carretera. No reconocía el lugar. Temía haber llegado a otra realidad que, de manera opuesta, fuese más atrasada que la mía propia. Trataba de reconocer el lugar, cuando de repente mi celular vibró múltiples veces. Lo abrí y había recibido como 50 mensajes en un instante. Todos de familia y amigos preguntándome dónde estaba...si estaba vivo, si había sucedido algo malo. Y fue cuando ví un letrero sobre la carretera..."Oaxaca Centro" apuntando hacia el poniente, creía yo.

Ese descampado en la realidad alterna, esas ruinas, eran una parte de Oaxaca, rumbo al Tule. Calculé que estaba a unas 5 cuadras de la terminal de autobuses. Y mientras me enfilaba, hice una llamada...a casa...por fín una voz realmente familiar me contestaba. Le decía que estaba en Oaxaca rumbo a la terminal, y que quizás en unas 6 o 7 horas estaría de nuevo sentado en mi silla favorita. Y si me decian que era una historia fantasiosa...en mi mochila llevaba una netbook super poderosa...una cámara de video con varias horas conviviendo con mi unidad...y en la cámara fotográfica, fotos de momentos extraños...fuera de este mundo...