Mera herramienta del destino. Si el pasado atormenta, es lo que se vuelve aquel. Mera herramienta del destino.
El surgimiento repentino de aquello increíble. La compañía repentina. El éxtasis, el no saber ni qué le pegó, la narcolepsia de la razón, que duerme largos períodos y despierta solo a chispazos. La lucha por algo que no es suyo pero lo toma como propio.
La evolución del sentimiento, de un simple asombro a una dependencia. Ya no se puede ignorar la presencia que se ha vuelto compañera inseparable sin notarlo, hasta ya avanzada la vida misma.
Llega un clímax, un punto álgido, la coronación de las batallas vividas día con día, el momento en que por fin la paz ha sido anunciada y existe la ilusión de que la unidad se vuelva dualidad. La explosión pasa, todo es silencio un instante y júbilo al siguiente. Se requiere presencia inmediata una vez terminado todo.
De repente, como lluvia repentina, como cielo nublado, como eclipse inesperado, un obstáculo en el camino. Uno inamovible, un eco del pasado, un destino ya decidido. Vuelve a tu plano, vuelve, a donde pondrás los pies en la tierra. El consuelo podría ser pensar que todo fue un sueño, algo surgido de una febril imaginación para lidiar con la soledad. Pero no lo fue, pues hay marcas y manchas de recuerdos por todos lados.
La promesa de ver de nuevo aquello. Promesa rota que nunca se cumplirá, y que los ojos, al cerrarse para siempre, nunca verán.
(Que la Fuerza los acompañe...)
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