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miércoles, 4 de enero de 2017

Las vivencias de mi bisabuela en la Revolución Mexicana (o el lado feo que los idealistas de las revoluciones se niegan a ver)

El pueblo levantándose en armas. Todos en contra de los malvados, tomados de las manos, u hombro con hombro y con su boina de estrella roja y su Kalashnikov cantando la Internacional Socialista, listos a hacer una utopía. Una victoria fácil y rápida, y todos serán felices, como en la propaganda del "gran salto adelante" chino.

No es raro ver por redes sociales u otros medios que las revoluciones en general están idealizadas de una manera un tanto...romántica, poética, en la que todo es "ganar-ganar" y además todos los que van en LA lucha van con el pecho henchido de fervor patriótico, todos dispuestos, con el pecho descubierto, a dar la vida por LA causa. Suena muy bonito, y muchos que ansían, y se emocionan pensando en una revolución o levantamiento, tienen esa idea.

Pero la realidad, y lo que muchos no quieren, o se niegan a ver, es otra.



La Revolución Mexicana. Una lucha idealizada por mucha gente. Claro que ya no se celebra tanto, es una "fiesta" que pasa un tanto desapercibida actualmente, sin tanto aspaviento como el 16 de Septiembre.

Se dice que fue "el levantamiento del pueblo contra el Tirano Porfirio Díaz, que se perpetuó en el poder y entonces México era un lugar feo feote, por su culpa". De Díaz, hablaré después. Pero la verdad es que, quienes se supone debieron verse beneficiados (el pueblo, los más pobres) fueron los que más la sufrieron durante la Revolución.

La lucha era, aparentemente, entre el pueblo y el gobierno solamente, ¿cierto? ¿toda la gente estaba consciente de lo que pasaba? ¿todos tenían el fervor patrio en sus corazones, de salvar su tierra, y de bailar la Adelita y la Rielera?

Una familia conformada fue separada por un bombazo en las vías del tren. El marido, que era maquinista, pereció, dejando sin sustento a su familia. Esto ya bien avanzada la lucha, y mientras, en el hogar, la revolución en ebullición tenía sus consecuencias.

La gente, los que no eran parte de la lucha ya sea por su género o su edad, se alertaban cuando veían venir a alguna de las facciones, cualquiera: carrancistas, federales, villistas, zapatistas, y en todos los casos era con miedo, pues, fuera la facción que fuera, todas, todas, cometían las mismas atrocidades, y todas decían tener la razón. Todas las facciones saqueaban, violaban, mataban, se llevaban a los niños que ni siquiera tenían qué ver en la lucha. Ninguna era la típica facción justiciera y heróica que nos pintan.

De la familia, al niño de 8 años se lo llevó "la leva", en contra de su voluntad, para que cargara municiones y tirara a un enemigo que él ni sabía quién era el tal enemigo. A la madre la violaron de forma tumultuaria, y con todos esos sucesos, cada quien, como pudo, huyó para ponerse a salvo, entre ellos, una niña de cuatro años que a esa tierna edad presenció varios horrores: colgados, fusilados, gente que tenía qué buscar un pedazo de tortilla dentro del hoyo donde vivían los ratones, los cerros se quedaban pelones porque la gente arrancaba cualquier hierbajo para comer, había quienes con un trapo colaban los orines de los caballos, orines que se encharcaban en la tierra, y de ahí bebían.

La niña dormía donde podía. Hacia Loreto, lo que ahora es San Juanito, en Oaxaca, llevaban carretas con muertos, aparentemente, sin embargo, se podían oír los quejidos de algunos que estaban heridos. En Loreto, se les rociaba petróleo o algún otro combustible, quemando así a los muertos y heridos por igual.

Llena de piojos, con hambre, ella era testigo de cómo, cuando supuestamente se "acabó" la revolución, vinieron las enfermedades, aun más hambre; en algunas casas pintaban un círculo amarillo afuera, indicando que esa casa, la familia de esa casa, se había muerto por el tifo o alguna otra enfermedad.

Perros y gatos eran víctimas incluso del hambre de la gente; las aves de granja casi se habían acabado, y las voladoras que no habían huido, también eran parte de la dieta. Ella, como otros niños pequeños, se pegaban o se acercaban a donde podían para comer, y hacían mandados, o llevaban agua (sucia) a los heridos.

En los portales de Oaxaca, los más ricos, que estaban reponiéndose de toda la vorágine de sucesos, por muy ricos que fueran, lo más a lo que podían aspirar era a comer plátanos. Las cáscaras las arrojaban a la calle, en donde los niños hambrientos se arremolinaban y se peleaban por una triste cáscara de plátano como si fueran palomas disputándose un mendrugo de pan.

¿hubo un final feliz? En casos muy raros, las familias completas pudieron reunirse, pero en la mayoría, se reunían incompletas y generalmente faltaban los padres, o los hermanos mayores. Se reunían las mujeres con sus hijos, y ellas ya traían otros hijos productos de violaciones. La niña se reunió con parte de su familia, pero las cosas nunca volvieron a ser iguales. Las secuelas físicas y psicológicas de aquella "gloriosa" lucha la dejaron marcada de por vida.

Cuando los idealistas nos hablan de revoluciones y de movimientos armados, ignoran, o minimizan, todo esto. Tan sólo se fijan en el aspecto ideal, poético, romántico. Pero no en lo que sufren o pueden sufrir ciertos grupos vulnerables o quienes, como dicen por ahí, "no tienen vela en el entierro". 



La foto del niño soldado de la Revolución seguramente no es de un niño que se unió a la lucha voluntariamente. De seguro no sabía ni en qué facción estaba. Quizás luchaba solamente por aquello de "si no mato yo, me matan", pero en su cabeza no estaban cosas patrióticas, o los ideales, o el fervor tricolor, ni nada por el estilo. Él, con miedo, quizás buscaba sobrevivir.

¿Entonces es mejor no hacer nada? En pleno siglo XXI, ¿por qué no mejor pensar en , o desarrollar acciones que afecten directamente a aquellos en el poder, sin pasar por los demás, sin llegar a una guerra civil? En la era de la tecnología ubicua, ¿por qué no aprovecharla para ver de qué manera esta puede ayudar a darle un golpe al sistema, sin darle de golpes a nuestros semejantes? 

¿Por qué no idear una lucha cuyas víctimas solamente sean aquellos en el poder, sin que sea, como la Revolución mexicana, una simple lucha por el poder, y evitar que se den historias como la de arriba?

¿Por qué no dejarnos de chaquetas mentales en cuanto a idealizar los movimientos y las revoluciones?

Puras chaquetas mentales...

Que la Gorda los acompañe...

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